viernes, 20 de febrero de 2009

Zapatillas



Si supieras que en este momento esas zapatillas quieren salir a caminar, a correr, a darte un beso. Quieren bailar de alegría, de inspiración, de aburrimiento. Yo quiero ser alguien, pero no cualquiera.

Si supieras que no te creo, que no puedo creerte, que te sigo, que me sacudo, me levanto, me acuesto, me cuelgo, me desprendo bruscamente, me contagio, me contamino, te miento. Mal. Mucho. Vos me mentís también y es peor, porque no lo sabés.

La muerte me espera con una sonrisa. Le devuelvo el gesto. No es raro para mí sonreírle a la muerte con su demente célibe muleta, menos en esta noche en que estar muerta me resulta tan natural. ¿Los muertos decimos incoherencias o renace el surrealismo como única forma de expresión?

Algo vive en mí. Algo que viene de un lugar en el que sólo se oyen gritos, se huele la podredumbre, una atmósfera muy densa. Y yo sin saber qué hacer ni qué decir, me contorsiono, me distorsiono y me canso mucho de que todo cueste tanto.

Esas zapatillas quieren aletear, volar y aterrizar en un lugar que huela a caramelos, a sábanas limpias de habitaciones ignoradas hasta hoy.

Desconcentración a causa de gritos de júbilo: ¿de qué se ríe la gente en estos días?

Intento de retomar la virtuosísima empresa. Nueva desconcentración. Causas fisiológicas: sueño, hambre. Causas psicológicas: desilusión post desconcentración.

Las zapatillas se levantan del piso sin dejar de pisarlo. No van a correr ni a volar ni a besar a nadie. Se trasladarán sólo unos metros, vagamente. Van a reposar, no les queda otra. Ven que todo es amarillo; no hay color rosa para las zapatillas hoy. Y todo, todo sucede porque hay una puerta que está cerrada y que las deja del lado del mundo; chocándose con el mundo, reconociéndolo abruptamente. El impacto las hace reflexionar y, si hay algo que todos saben, es que las zapatillas se enferman de reflexionar.

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