viernes, 20 de febrero de 2009

Un viaje al norte.


Recién había llegado al país. No conocía a nadie. Sólo quería un sitio donde dejar mis cosas y descansar un poco.
No contaba con mucho dinero, sólo un par de chirolas que me sobraron del pasaje de ida.
Me acosté sobre la acera y dormité un buen rato. Tenía hambre y frío. El invierno en Praga era mucho mejor que lo que estaba viviendo.
Una ciudad entera me observaba. Se notaba que no era de allí.
Las cosas me eran difíciles, empezando por el idioma.
Un día apareció él, entre nubes, un hombre bien vestido con barba blanca que me indicó amablemente el camino que tenía que seguir para dejar de estar en ese lugar.
Lo seguí, y mi vida cambió estrepitosamente.

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