miércoles, 18 de febrero de 2009

Las botellas.


Nos conocimos una noche en un psiquiátrico, donde el frío calaba los huesos y la luna erizaba la piel.
Tal vez no era el mejor sitio, pero allí estabamos, ella y yo, tomando un mate lavado.
Fantaseabamos con irnos a vivir juntos al salir de allí, y superar nuestras depresiones, problemas con el alcohol y demás. Ella era alta, morena, de pelo castaño y ojos verdes enormes como dos mares. Se llamaba Macarena, pero yo le decía 'mi amor'. Por que eso era, MI amor, y de nadie más.
En medio de la locura, nuestro amor cuerdo despilfarraba alegría y hacía que los demás se sintieran tan bien como nosotros.
Llego el gran día. Me iría de alta, pero sin ella, ya que saldría unos días despues rumbo a mi casa. Que no es muy grande, pero es acojedora.
Pasaron las horas, pasaron los días y ella no venía.
Con el tiempo me enteré que estaba casada, creía que no, por que nadie iba a visitarla.
Retomé mis malos hábitos, sin ella me sentía vacío y sin ganas de vivir.
Tomé una botella de ron, unas pastillas. Quería dormir y no despertarme jamás.
Y así sucedió.
Hoy cuento esto desde arriba, donde puedo verla a ella siendo feliz sin mi. Pero sé que otra noche de luna vamos a encontrarnos.

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